La ciudad china de Bama, situada en el sur de la provincia de Guangxi, cuenta con más de sesenta centenarios, cinco veces más que la media del país asiático, según las estimaciones realizadas por las autoridades que la han rebautizado como “el paraíso de la longevidad”. Un apelativo que ha provocado el repunte del turismo en esta remota zona escondida entre verdes valles regados por cristalinas aguas que poseen una gran cantidad de sales minerales. Las propiedades otorgadas a estas aguas son lo que, según los geriatras que han estudiado a esta población, escondería uno de los principales secretos de la longevidad de sus habitantes, pero no el único.
Miles de personas acuden a este lugar para realizar terapias geomagnéticas, que consisten en beber estas aguas o bañarse en sus ríos. Asimismo, numerosos enfermos residen allí un tiempo para curar sus dolencias o recuperarse tras una operación y otros lo eligen como lugar de jubilación. Algunos de sus testimonios, recogidos en un reportaje del diario China Daily, dan cuenta de las positivas experiencias de estos viajeros y nuevos residentes
El turismo gerontocrático ha sido el responsable de que en la primera mitad del pasado año acudieran cerca de 700.000 personas a Bama, una ciudad que cuenta con 250.000 habitantes. Todos ellos tratan de buscar la fórmula de la longevidad, que sus centenarios pobladores revelan desde unos postulados más espirituales, mientras que los investigadores se centran en las propiedades del aire o las aguas.
Aire, agua y desarrollo genético
Los centenarios suelen responder que su elixir no va más allá de una la alimentación sana, prácticamente vegetariana y con una gran preponderancia de arroz y aceite de cáñamo. El optimismo, el buen corazón, la armonía con el entorno natural y la familia, así como la falta de ambición, son las otras claves para tener una vida larga y feliz.
Las explicaciones más comunes por el alto porcentaje de centenarios en Bama son culinarias, genéticas, ambientales y relacionadas con el estilo de vida
La calidad del aire, que “contiene 30.000 iones negativos de oxígeno por metro cúbico”, además de la mineralización del agua, tendrían efectos beneficiosos para el corazón y el cerebro. Unas cualidades a las que se suma “la selección natural”, que ha hecho que en condiciones difíciles sobreviviesen los genes más fuertes, según el director adjunto del Instituto de Geriatría del Hospital de Pekín, Yang Ze.
Este investigador del “secreto de Bama” explicó en un artículo publicado por el diario británico The Guardian que los ancestros de estas personas centenarias necesitaban tres días para salir de su rocoso valle, algo que los llevaba a no tener casi contacto con el mundo exterior. De este modo, en unas condiciones alimenticias difíciles, y sin tratamientos médicos, “resistieron los genes fuertes y fueron eliminándose los débiles”.
La mayoría de los habitantes de Bama tienen una herencia genética de sus dos progenitores consistente en un singular genotipo que ayuda al cuerpo a producir apolipoproteína-E (APOE), según señala el responsable de geriatría del hospital de Pekín. Una proteína que como han señalado diversos estudios neurológicos está relacionada con la longevidad.
Mujer centenaria de Bama.Mujer centenaria de Bama.
Una de cada tres personas centenarias poseen este particular genotipo, que también está presente entre el 23% de los nonagenarios. El estudio GAB2 Alleles Modify Alzheimer's Risk in APOE Carriers, publicada en la revista Neuron por una treintena de investigadores de diferentes universidades del mundo, concluyó que los portadores de este genotipo en ciertas poblaciones de Dinamarca, Hungría y España (como la comarca castellana de Tierra de Campos y varios lugares de la costa levantina) tenían de media 20 años más de esperanza de vida que sus vecinos. Sin embargo, en una de sus variaciones, también aumentaría el riesgo de sufrir la enfermedad de Alzhéimer.
La paradoja del aumento de la calidad de vida
La masiva asistencia de turistas a la zona, así como de personas que deciden retirarse en este paraíso de la longevidad para alargar sus últimos años de vida podría volverse en contra del lugar y de sus centenarios. En la actualidad, unas 20.000 personas de fuera se han trasladado a vivir a Bama, mientras que el aumento de la demanda está multiplicando la construcción de hoteles y residencias. Un fenómeno que está cambiando las costumbres de la gente del lugar, cada vez más sedentarias al vivir del turismo en lugar del campo, y que cada vez cambian más sus dietas típicas por alimentos como carne y ricos en grasa a los que antes no tenían acceso.
El auge del turismo gerontrocrático ha puesto en riesgo la fórmula de la longevidad de Bama.El auge del turismo gerontrocrático ha puesto en riesgo la fórmula de la longevidad de Bama.
La gentrificación también ha provocado que aumente exponencialmente el número de vehículos motorizados, antaño casi inexistentes en el lugar, y se vea perjudicada la calidad del aire. La contaminación del agua también comienza a asomar, tanto por los sedimentos de las construcciones hoteleras arrojados a los ríos, como por la basura acumulada y a la que el deficiente sistema de alcantarillado no puede hacer frente.
La riqueza y el aumento de la calidad de vida que está generando el turismo gerontocrático en esta zona es uno de los mayores riesgos para la desaparición de personas centenarias. Una paradoja que podría hacer que el paraíso de la longevidad, construido durante siglos gracias a su aislamiento y austeridad, se convierta la última víctima del desarrollo moderno. El acelerado e insano estilo de vida de Pekín promete acabar con las costumbres locales. Un proceso casi inevitable, pero al que todavía se resisten las llamadas zonas azules por el periodista de National Geographic Dan Buettner. Muchas de ellas son islas y lugares recónditos, donde el aislamiento, la buena vida y la socialización siguen siendo la seña de identidad de la longevidad
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